Llevo tiempo estudiando la manera de cultivar mis productos (naranjos, patatas, lechugas, etc..) intentando no usar ningún químico fabricado por la industria, aunque esté categorizado de ecológico, y creo haberlo encontrado.
Primero por el coste económico que supone y segundo porque estoy convencido de que la planta crece y vive en un medio, se adapta a este y convive con la flora y fauna del lugar sin que nosotros tengamos que modificar nuestros suelos. Sería más fácil plantar un cultivo acorde a nuestro entorno que modificarlo para cultivar lo que queremos buscando un interés económico o cualquier otro.
Si nuestros suelos lo «enriquecemos» con productos que sintéticamente hemos creado a base de mezclar elementos en los laboratorios, tendremos unos resultados que a la larga pueden ser muy nefastos. Y no lo digo porque una mezcla de minerales que normalmente encontramos en la naturaleza puedan ser desastrozos para nuestro entorno, sino porque la aplicación abusiva de estos y el desconocimiento de las repercusiones de esta prácticas si lo puedan ser.
La aplicación descontrolada, cambiando la composición y textura del suelo, su pH o su salinidad; nos traerán la perdida de una parte importante del ecosistema, nuestro y de las fincas colindantes.
Hay agricultores que no se conforman con aplicar la dosis recomendada, sino que creen que el incremento de esta hará un mejor efecto sobre la plaga. Eso es falso pues las dosis ya van aumentadas considerablemente para paliar los agentes externos a la hora de la aplicación.
Otra cosa a mencionar es que la mayoría de las aplicaciones se realizan sin observación previa, es decir aunque la plaga no llegue a ser un problema o no esté se suele hacer un gasto en productos de manera preventiva, intoxicando nuestro cultivo innecesariamente.
No puedo concebir esta forma de actuar, es irresponsable y muy peligrosa. Tratar por tratar, puede hacer mucho daño.
Existe hoy en día un problema con los plazos de seguridad, y desde las Cámaras Agrarias se lleva vigilancia, pues se venden productos para consumir sin garantizar que el producto ha digerido o minimizado la concentración del agente químico aplicado, sin importarle quien despues se lo coma o la repercusión que pueda tener.
Sabed que una de las últimas noticias preocupantes, que han saltado todas las alertas, son la continua desaparición de las abejas, que son las obreras de la polinización. Con una población cada vez más pequeña, las producciones serán cada vez menos rentables y la agricultura tenderá a desaparecer pues será inviable. ¿ Imaginais un mundo sin agricultura o en manos de unos pocos?
Otra tendencia, cada vez más impuesta, es que ahora los campos parecen «enlosados», en los que solo se ve el cultivo sin competencia de ninguna clase, por la acción de los herbicidas sistémicos y quemantes; en los que hemos eliminado no solo las malas hierbas sino también la pequeña fauna aerea y subterranea que en ellas habita, ayudando a proliferar las plagas específicas de nuestros cultivos y obligandonos a echar más insecticidas y productos tóxicos.
Pero no acaba solo en la recolección, pues los productos se cosechan antes de su maduración para garantizar su longevidad en las cámaras frigoríficas. En estas se aplican atmósferas controladas para su conservación, pues un producto es caro cuando está fuera de su época de recolección. A estas se les aplican fungicidas y otros productos para evitar su pudricción, con lo que seguimos las aplicaciones.
Para aumentar más la interacción con el exterior se les pone una segunda piel o se enceran, minimizando la respiración de los vegetales, que es la manera más efectiva de eliminar los compuestos químicos aplicados.
La agricultura, que se encarga de alimentar a la humanidad de productos vegetales, está ofreciendo productos que se han cultivado en una atmósfera química con suelos con una concentración más o menos grande de herbicidas, abonos o desechos producidos en industrias.
No me extraña que cada vez padezcamos más de enfermedades raras, de alérgias, de incompatibilidades y de problemas carenciales, pues los consumidores son el eslabón final de una cadena de tratamientos que se comen un producto que ha ido acumulando desde su plantación los productos que se les ha ido echando.
Busquemos unos productos con una buena trazabilidad y exijamos conocer la manera en que se cultivan nuestros alimentos, así como los tratamientos que se les ha echado y su toxicidad. Igualmente exijamos la permacultura como la forma más sana de cultivar alimentos.